La Niña Santa y el poder del deseo

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Sinopsis

La década de 2000 trajo a Latinoamérica una oleada de directoras nunca vista hasta entonces. La más destacada de estas directoras es, sin duda, Lucrecia Martel, cuya ópera prima, La Ciénagasobre la que ya escribí anteriormente. Su Trilogía de Salta exploraba y cuestionaba los roles de género, así como la naturaleza opresiva del patriarcado. La Niña Santa ofrece una visión mucho más compleja del deseo y sus límites con una historia que subvierte la estructura narrativa patriarcal. Si Nabakov hubiera decidido escribir Lolita desde la perspectiva de la joven y luego dotarla de una pasión complicada y a veces siniestra, estaría cerca de La Niña Santa.

La Niña Santa

Pero a pesar de toda su oscura pasión, Martel ha descrito la película como algo autobiográfico. Martel ha dicho: “Lo que pongo en ella es mi experiencia personal en la vida, mis recuerdos. Cuando era adolescente, era una persona muy religiosa. Creía que tenía una relación especial con Dios o con cualquier cosa que estuviera ahí arriba. Ahora, no creo en los milagros, pero sí en la emoción que sientes ante un milagro: la emoción de que algo inesperado se te revele”. Amalia representa a todas las niñas en ese periodo entre la edad adulta y la infancia en el que las pasiones se hacen más maduras pero nuestra imaginación no.

Esta no es la historia tantas veces contada de la joven que es madura más allá de su edad y seduce sádicamente a un hombre adulto inocente y bienintencionado. Amalia puede tener poder, pero es en gran medida una niña. La escena inicial la encuentra a ella y a sus amigas cotilleando sobre su profesor de religión, preguntándose incesantemente por su vida sexual. Más tarde, disfrutan de una pelea de agua con unos chicos de su edad. Es una diversión inofensiva. Su deseo sólo existe en sus mentes. Esto cambia cuando Amalia acude a un espectáculo de theremin en la calle y el Dr. Jano se frota contra ella entre la multitud, sin que todos lo sepan. Sus razones para hacerlo no se exploran y son francamente poco interesantes. Cualquier hombre que haga esto quiere encontrar el control, así de simple. Lo que el suceso provoca en Amalia es mucho más interesante. La agresión crea una sensación de posibilidad para ella, pero no en los términos de él. Ella encuentra su propio control en este deseo incipiente. Su conexión especial con Dios podría permitirle salvarlo. Como ella dice, es su misión sagrada.

La Niña Santa

Ella representa un deseo desinhibido por las normas sociales, a diferencia de su madre, Helena, que se atiene a las exigencias del patriarcado. El problema auditivo de Helena habla de su necesidad de compensar estas carencias con una obsesión visual malsana. La vemos bailar sola frente a un espejo, su imagen atrapada para siempre en un acto diseñado para complacer a los hombres. Por el contrario, Amalia utiliza otros sentidos como el tacto y el sonido para atraer a Jano. Agarra la mano de Jano y se siente especialmente atraída por la música del theremín. Cuando finalmente agarra la mano del Dr. Jano, para horror de éste, es cuando el theremin toca “La Habanera” de la ópera de Georges Bizet Carmen. Sus similitudes con la Carmen de espíritu libre son siempre evidentes cuando finalmente da el salto para ejercer su control sobre el Dr. Jano. El sonido es casi más importante para Martel que lo visual a la hora de crear una historia subversiva.

Como dice Martel: “Cuando vemos una película de terror o cualquier otro tipo de película que nos impresione, podemos cerrar los ojos para evitar ver un apuñalamiento, o un tiroteo, o un accidente de coche o cualquier otra cosa por el estilo… En una sala de cine, sin embargo, no podemos evitar el sonido. El sonido en el cine siempre ha estado descalificado, quizá, porque nuestra sociedad se ha organizado mucho más en torno a las percepciones visuales”. Quizá por eso el Dr. Jano se siente tan desanimado por el atrevimiento de Amalia. No sólo el mero acto sirve para anular su propia búsqueda de control, sino que la banda sonora que lo acompaña, la de una mujer que no quiere ser mantenida, lo hace insoportable.

La relación de Amalia con el Dr. Jano no es la única que está plagada de oscuros deseos. Su íntima amiga Josefina representa otro final posible. Escenario La Niña Santa durante la presidencia de Alfonsín en la década de 1980, Josefina, que anima a Amalia a ser libre, representa la promesa de libertad económica y democrática. Realizada la película después del devastador crack económico de 2001, esa promesa también parece frágil. Josefina rebosa ambición insatisfecha. Está claro, por la forma en que mira y abraza y besa constantemente a Amalia, que le gustaría llevar la relación más lejos y su incapacidad para hacerlo la incapacita para mantener una amistad sincera. Este deseo sexual sin límites se ve violentamente truncado cuando Josefina, en un intento de ocultar su relación incestuosa con su primo, rompe su promesa a Amalia y le cuenta a su familia su relación con el Dr. Jano.

La Niña Santa

La película termina con Josefina, la amiga hipócrita, diciéndole a Amalia que siempre cuidará de ella. Aún no hemos visto a los padres de Josefina contarle a Helena lo que ha estado ocurriendo entre el Dr. Jano y su hija. A nosotros, el público, se nos deja imaginar cómo serían esos momentos culminantes, cuestionando así nuestro poder para hacer avanzar la historia. Aunque muchos de nosotros hayamos juzgado las tácticas acosadoras de Amalia, nuestra curiosidad por saber cómo afectará la noticia a todos nos convierte en los mirones del mirón. La idea central de Martel de que incluso el deseo de una joven invisible puede ser poderoso y abarcarlo todo se cumple con nosotros. De repente, Martel demuestra que el deseo del público puede cambiar el futuro de su historia.

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